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LA VENTANA DE CAÍN
LA BALSA DE LA MEDUSA
Roberto Guillén

Creo que por fin he dado con el catecismo que animó la épica sexual del prelado Marcial Maciel, cuya telaraña seductora –ensotanado, claro– consiguió succionar unos 50 millones de dólares de la sampetrina Flora Barragán (entre otras buenas almas engañadas).
Se trata de “Todo Modo” (Tusquets,1974) una obra del escritor siciliano Leonardo Sciascia (1921-1989), quien nos brinda en su obra una cartografía del Poder, o si usted quiere, un croquis para incrustar la imaginación en eso que llaman La Cosa Nostra, que no siempre aparece con cara de cuerno de chivo.
La Iglesia que representa el padre Gaetano es una sutilísima invención para la administración del poder. Es “una fuerza sin fuerza, un poder sin poder, una realidad sin realidad”. Pero es más que eso. Dice: “los sacerdotes buenos son los malos. La supervivencia, y, más que la supervivencia, el triunfo de la Iglesia a lo largo de los siglos, se debe más a los sacerdotes malos que a los buenos [...] El sacerdote que viola la santidad o, que en su manera de vivir, hasta la escarnece, en realidad, la confirma, la enaltece, la sirve”. Y más adelante: “Pero no olvide que estamos en el terreno de la paradoja [...] La grandeza de la Iglesia [...] radica en el hecho de consustanciar una especie de historicismo absoluto: la inevitable y precisa necesidad, la utilidad segura, de cualquier acontecimiento interno en relación al mundo, de cualquier individuo que la sirve y testimonia.” La Iglesia “es una balsa, La balsa de la Medusa, si quiere, pero una balsa”. Es decir, los que están dentro de la Iglesia sobreviven comiéndose los unos a los otros, como los náufragos de la balsa de la Medusa que pintó Géricault –cuadro que se refiere a un hecho real–, pero es una balsa, al fin. Gracias a ella, aunque sea a costa de otros, algunos lograrán sobrevivir. Fuera de esa balsa, parece pensar el padre Gaetano, no hay más que gente a punto de ahogarse y que nada hacia ella aun sin saberlo, aun a pesar de ellos mismos. “No, usted está nadando para alcanzar la balsa”, le dice al pintor ateo.
Fragmento del artículo de Leonardo Sciascia, “El poder de la mafia”, por Arturo Fontaine.

 

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