cabeza
Google
fechak

p72s15

onglogo

iconkult

barraploata

alerelogo

barraploata

indind15

barraploata

indindk

barraploata

sanmind

barraploata

aviind

barraploata

valind

barraploata

velind

barraploata

zerind

barraploata

corind

barraploata

operaprimaind

barraploata

cooind

barraploata

palind

barraploata

LUJURIA: LOS PECADOS DEL TIPO DE ABRIL
Miguel Ángel Velasco Lazcano

Cuando concluí la educación primaria, sólo recordaba apodos como bola, gordo o marrano, todos ellos ganados a pulso en cada gramo de papas fritas y refresco consumidos en el recreo y frente al televisor, pasando una infancia encerrado en casa y lidiando con el divorcio de mis padres.

Al llegar a la secundaria dormía dieciocho horas diarias, y en el último de ellos desperté esbelto, con el rostro afilado y la voz engrosada. El que aparecía en el espejo me era un extraño, pero más aún el que recibía llamadas, invitaciones y cartas perfumadas escritas sobre papel de grueso algodón preguntándome: ¿Quieres ser mi novio?

Incrédulo como todo ex-gordo lo sería, yo reculaba, negaba lo que era y escondía mi delgadez en playeras amplias hasta el día que alguien sin carta me pidió quitármela.

Después dejé la escuela, me invité al exceso y me fui para Acapulco. Ahí conocí mujeres sin nombre, cuerpos sin censura y deseos más que pasionales, rebeldes: ¿Qué pasión sexual se puede tener cierta a los diecinueve años?

Aquello conocido por otros para mí era novedad. El anhelo de acumular se convirtió en obsesión al grado de numerar las ocasiones nombrándolas: la treinta, la cincuentaycinco o la sesenta.

Sin darme cuenta, en ese afán de mí, un número especial se presentó convirtiéndose en nombre, rostro y sobre todo, alma. Elena, dijo ella; Tipo de Abril, contesté en la primera ocasión. Hasta esa noche nunca había tenido ganas de repetir rostro y nombre para mi record. Eso me gustó, indagar por toda la costera dónde estaba, si regresaría y si de regresar lo haría conmigo. La investigación terminó en una playa rodeado de gente bebiendo hasta el punto de olvidar lo buscado y disfrutar lo hallado numérico.

Por la noche, dispuesto a seguir sumando autoestima a la de mi infancia ya olvidada, me dejaba buscar por los deseos extrapolados de alcohol, dando de golpe con ella frente a mí: "¡Hola!" Fue suficiente para dejarme llevar de nuevo al ritmo que me mercaba sin pedir nada más que platicar. En ese engagement no hubo una minifalda ni un halter, menos un maquillaje excesivo, tan sólo oír que en inglés no hay forma de definir soledad ni con alone ni con lonely y que describirla como lo hace José Alfredo Jiménez es algo que los gringos no tienen en ningún intérprete sajón.

Así quedé prendido de la admiración pasando de lado el deseo y descubriendo que sentir es diferente: Sentir es cuando alguien te dice, Ya me cansé de hablar ¿Me vas a besar o no?

Siempre había disfrutado los besos numéricos: el de la veinte mejor que el de la once y el de la treinta asqueroso con su lengua en mis muelas, pero nunca había sentido que un beso te podía dar más que ego, afecto.

Sus vacaciones terminaron y a las mías les restaba todo el verano. Cuando se fue no sentí nada salvo ganas de ir a la playa y hacer lo mismo que siempre hacia, sumar más números. Hasta una noche que me dejaba llevar por el mood sin encontrar ojos que me miraran; sólo veía a alguien viéndome y yo a ella. Esa noche por primera vez supe que se podía extrañar un beso, que se podía recorrer un cuerpo en la memoria y que se podía dejar la suma por un negativo y burlón cero para los demás. Felizmente volví a mi cama en el suelo, pensando en ella.

Pasaron los meses y mi juventud de excesos estaba complacida; lo que en la niñez fui, estaba muy lejos de lo que a mis órdenes me otorgaba la juventud perenne en apariencia. Elena no estaba en ningún lado: ni en mi memoria, ni en mi comida, ni en las ocasiones, sólo estaba ahí, indetectable hasta el día que invitado por un Oso fui a uno de esos eventos numéricos donde a la tercera copa me puse a recorrer el lugar: Esa amazona en la foto de una mesita me era conocida, y la pregunta al llegar de unas desconocidas: ¿Quién es el Tipo de Abril? Tomó sentido.

La vida se burla fácil de un acumulador cuando se le da la gana. De mí se río a carcajadas poniéndome de frente a alguien que anhelaba pero no lo sabía y además, de la mano de su prometido: “Hola, hola, hola…” Pasó repartiendo besos a los invitados en su casa y terminó en mí: "¿Qué tal? ¿Cómo están?" Preguntó en sano plural.

Los días pasaron y para mí tomaron un nombre: Todos se llamaban, Elena. Elena en la comida, en la televisión y en el track list de la semana.

Sin fecha ni agenda se repitió el evento numérico. En aquella ocasión ella estaba sin el prometido y yo dispuesto a no acordarme de él. Todos marcharíamos a un antro pero ella me pidió quedarme; lo dudé, como todo parrandero juro que estuve a punto de subirme a la camioneta y largarme al Bandasha pero no, el destino me retaba a sentir y me quedé a darle batalla.

No sé ni tengo idea del tiempo o la charla, tan sólo recuerdo mis manos sudando inseguras quitándole la camisa a ella, la mujer cero, la primera que me hacia mezclar el deseo y el afecto, la primera que atestiguado por los osos, venados y felinos cazados por su padre me hacía sentir ternura de tocar, ganas de hacerle sentir y vibraciones de la punta del dedo chiquito del pie hasta el gallo en mi cabeza.

Para ella, yo era un número y para mí un descubrimiento; para ella yo era el bonus track y para mi el sencillo del compilado; para mí no fue fácil y para ella fue simple. Al vestirme no dejaba de mirarla y ella al hacerlo no dejaba de fumar. Para mí fue algo nuevo y para ella algo novedoso.

Así entregué mi corazón a una mujer apasionada en busca de libertad; ofrecía el alma a un deseo en busca de probar su sexualidad. Así entregué yo el sentimiento y ella entregaba el placer que confundí arbitrariamente con: Tenemos algo ¿Cierto?

La distancia social entre nosotros era digna de una canción de José Alfredo Jiménez, pero yo no escribía ni la lista del super; así comencé a dejar ir por primera vez la pluma sobre el papel descifrando mis sentimientos.

Elena vino varias veces y yo me fui con ella la última vez que la vi. Pasaron años sin que mi cuerpo tuviera ganas de acumular victimas de mis matemáticas seducciones y me entregué a extrañar, a ese sentimiento que todo lo ganado en autoestima numérica se disolvió concentrándose en un resultado infinito de Pi.

De vez en cuando me permití besar buscando a la dueña de la zapatilla de cristal, sin encontrar a quien le ajustaran mis labios. Nadie me podía decir la diferencia de lonely y alone, nadie me sorprendía con un ensayo hablado de la lírica visceral de José Alfredo y su hijo del pueblo.

Anhelaba saber de ella. Deseaba encontrarla infelizmente divorciada, exigiendo quién la oyera, para escucharla.

Nunca sucedió y en el inter me convencí de que construir ese sentimiento era posible. Así que me di a la labor de encontrar a quien se dejara querer; alguien especial que me dio y le di un estudiado resultado matemático de su pasado y el mío sumados, divididos y sacándole raíz cuadrada hasta dejarlos ad hoc. Así me hice a la mar abandonando el puerto de las posibilidades para navegar hasta la isla que llamaríamos, vida, técnicamente, unión.

Al llegar todo fue hermoso, la aventura del viaje tuvo dolor, placer y enseñanza, pero un set siempre será un engaño puesto para una toma y al decir ¡Corte! Cada quien irá a su posición real; al lado que le pertenece de la cama.

mvelasco@cablevision.net.mx

Para compartir, enviar o imprimir este texto,pulse alguno de los siguientes iconos:

 

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

 

 

uanlind

15h2

qh2

1
2