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LA VENTANA DE CAÍN
EL CLUB DE LOS PRESUNTOS MILLONARIOS
Roberto Guillén

La espuma de la corrupción y la galopante desigualdad, aunado a  los salarios exorbitantes que perciben algunos “servidores   públicos”, nos tienen hasta el hartazgo que el mismo escritor, Guillermo Fadanelli, se indigna contra los privilegios de los diputados.
Y no se diga el también relator de exquisiteces, Guillermo Sheridan, quien también ya se animó a exhibir la espada de su acidez, pero contra la senadora  más  faltista, (claro, lo vamos a tomar en serio cuando nos describa con su estilo exquisito, la mediocridad que campea en el gobierno de don Felipe Calderón):
Según el diario Reforma, la senadora María de Lourdes Rojo e Inchaustegui (PRD) ha  registrado quince inasistencias a las sesiones de la actual Cámara alta, instalada en 2006, y ocupa el primer lugar en la lista de inasistencias no justificadas.
Según el diario, esto puede obedecer a que la señora Rojo e Inchaustegui, además de senadora de la República, participa como actriz en la telenovela Corazón Salvaje, que se encuentra en filmación en la empresa Televisa, en la que hace el papel de la señora “Clemencia”.
La senadora Rojo e Inchaustegui preside la Comisión de Cultura de la Cámara de Senadores.
(La dieta mensual de un senador/a de la República es de 160 mil pesos mensuales, sin contar la parte proporcional de aguinaldo y otras prestaciones.)
La Patria es primero.

Pero Alberto Anaya dice que no. Que lo que se gasta en el Congreso de la Unión, tan sólo es el 1% del presupuesto. Quizás tenga razón si lo comparamos con lo que gana un tal Carlos Slim, pero nunca frente a los ya más de 60 millones de depauperados que terminan canjeando su voto por una torta y un Frutsi. Como podemos ver, argumentos no escasean para defender el negocio de la partidocracia.
Por eso digo que a como va el agandalle por los dineros públicos, tendremos que cambiar el ya sal del closet  por el ya salte del invernadero. De otra manera estaremos condenados a oprimir la tecla del play para reflejarnos en el sentimiento de los Tigres del Norte:
Mi país es como una tienda de abarrotes, donde todos roban sin que se note.
  
***

Me gusta lo que escribe Jorge Villegas sobre lo que este redactor llamaría “El club de los presuntos millonarios”.
En la historia reciente de la ciudad, igual tuvimos como alcaldes a un comerciante quebrado que se repuso prodigiosamente. A un pobre diablo que llegó literalmente sin calcetines y salió multimillonario.
Obviamente en el primer caso se refiere a Jesús María Elizondo y en el segundo a Felipe de Jesús Cantú, ambos pertenecientes al Partido Acción Nacional.
Imagínese un diálogo  entre este par de “presuntos”; si yo fuera dramaturgo, así titularía la pieza: Esa obscura costumbre de robar.

***

Termino esta entrega con un fragmento del libro Nuevo León, los traficantes del poder (Oficio, 2009), de Arturo Rodríguez, reportero de la revista Proceso:
Se dice que en la Grecia antigua, los niños que mostraban fuerza y valor eran entrenados para ser soldados; quienes estaban ávidos de conocimiento y revelaban su inteligencia a temprana edad, eran educados para ser maestros y algún día llegar a sabios. Y aquellos que mostraban una generosidad descomunal, que se afanaban por el bien de los demás y no esperaban nada a cambio de sus buenos oficios, eran educados a parte.
A  esos niños se les instruía de manera especial y se les distinguía por ser vestidos con una túnica blanca que era denominada cándida; quienes la usaban eran llamados candidatos y eran destinados a trabajar en el servicio público, a formar parte de la polis, el esplendoroso lugar donde se discutían y decidían los asuntos de la ciudad por los ciudadanos.
En Nuevo León, ninguno de los hombres públicos que han arribado al poder, podrían ser distinguidos con una cándida, porque es evidente que carecen de las virtudes distintivas del servidor público.
La generalizada carencia de virtudes políticas, parte de una retorcida visión del poder para el beneficio individual, faccioso, pero jamás para el bien colectivo.
No se deja entender que puedan existir honrosas excepciones, pero su campo de acción es limitado, sus virtudes bloqueadas por el poderoso en turno, su desarrollo impedido por el golpe bajo, la campaña negra o la contracampaña, herramientas utilizadas por la nueva forma de control denominada marketing político.
Por eso, la esperanza de un cambio en los paradigmas del poder se ve truncada a menudo en cada proceso político.

 

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