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OPINIONES DE UN PAYASO
ADIÓS A LA HERRADURA DE LA SUERTE

Luis Valdez

Hace más de cuatro años, antes que me casara, mis padres pusieron una herradura de la buena suerte en la puerta de la casa. Hoy la he tirado a la basura. Ya no espero más de ella.

Para alguien que vive en el subempleo desde hace más de tres años, que ha tenido que buscar trabajo en municipios fuera del suyo, vivir temporadas fuera de su casa, no recibir aguinaldo, seguro social, puntos de afore ni Infonavit, vacaciones ni prestaciones, ¿qué más puede preocuparle una herradura que hace meses se cayó al suelo y que hoy debe recogerse para instalar allí un boiler que la esposa ha comprado con el único aguinaldo familiar?

Me gusta la cultura regional. La música ranchera, la comida típica, las salsas caseras, desde la molcajeteada hasta los chiles toreados; las leyendas campiranas, las naranjas de la región citrícola, las manzanas y papas de Galeana, las marquetas y glorias de Linares, me gusta la barbacoa de pozo y el machacado con huevo, el cabrito a la griega y la arrachera. Pero con todo ello, no me esforzaré en lo más mínimo para la tradición de colgar una herradura y resignarme a un poco de suerte. Tengo la suerte que tengo y ni más ni menos. La suerte está echada y la sección de empleos checadita de cabo a rabo. Hasta mancharme los dedos, hasta convencerme un poco más de que la formación universitaria es miserable, de que la Educación Pública es de quinto mundo y estará mucho peor con el sindicato que solapa el valemadrismo de los maestros. ¿Sería capaz Elba Esther de mandar a sus hijos a una escuela de educación pública? Tiene lana para mandarlos a un colegio privado.

¿Por qué no nos largamos a otro país donde a nadie se le ocurra colgar herraduras para la buena suerte o entrar a casas de juego donde salen más flacos que como entraron? Porque aquí no conozco gente que vaya prosperando, porque no veo más armas que las de los militares que cada semana pasan más seguido frente a mi casa, olisqueando posibles alzamientos civiles para etiquetarlos inmediatamente de “asociados con el narco”.

¿Qué nos queda por hacer? Lo que menos espero es un consejo de intelectual de café Sanborns… Momento… A esos sí que no les iría mal una herradura para sus análisis políticos cuando acaban de leer La Jornada. Me despido. Tengo que ir al centro y ver a quién me encuentro para regalar objeto metálico. Alguien que todavía confíe en estas cosas.

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