A Cuadrado le gusta Círculo. ¡Esas curvas tan atractivas, baby! Y cómo no, si Círculo siempre anda de un lado al otro sin dejar de moverse, conociendo personas y lugares. A lo más, Cuadrado ha logrado su tambaleante atención por unos minutos, pero enseguida, Círculo necesita moverse ya sea por la rotación de la Tierra, el exceso de Vodka o el aire que sopla; ella va y viene todo el tiempo inevitablemente atractiva con sus múltiples maneras de aparecer.

En cambio, el amigo Cuadrado, apenas hace el intento de seguirle el paso a su amada, enseguida topa con esas encontradas esquinas y altura, que le impiden ir a la velocidad de su vertiginosa amada.

-¡Calamidad! -Se dice Cuadrado, utilizando esas viejas palabras que ya nadie usa pero que él, al no estar donde todos, no ha podido modernizar.

-¡Venga, venga! –Siempre le dice Círculo cuando pasa frente a él, utilizando ese call to action infantil, que tampoco ha encontrado maneras de tanto ir y venir, para sonar más sensata.

El bien apreciado por egipcios, mayas y hoteleros de las Vegas, Don Triángulo, les dijo un día: -Lo importante, muchachos, es posicionarse bien, como yo, ¡mírenme! Yo no necesito ir y venir a todos lados sin encontrar lugar, ni tampoco estoy absurdamente puesto sin razón. A mí me miran desde abajo atrayente o me pueden subir a la punta y sentir un logro, mientras me hacen cosquillas por el otro lado cuando bajan agradecidos por haberme trepado. En esos retos que se ponen los escaladores, conozco sus historias, sus hábitos y hasta esas rolas de moda que tanto me gusta: ¡Los caminos de la vida, no son como yo pensaba!... No se lamenten, al fin, chicos, ya encontrarán solución.

Círculo no atiende mucho a la nostalgia; su constante movimiento le impide clavarse. El clavado Cuadrado no sabe consolarse si no es con lo mismo; lo mismo para la alegría que para el desamor como para la enfermedad y la parranda, él siempre tiene que echar mano de lo cercano y nada más.

La verdad es que sí se gustan, pero como la mayoría de las cosas, personas y pensamientos sobre esta Tierra, se han convertido en extremistas, haciéndose fieles creyentes de que sólo en lo novedoso o en lo muy, muy viejo existe lo único, lo cierto; que sólo en lo radical está la pertenencia. Para ellos todo es Negro o Blanco, Izquierda o Derecha, Bonito o Feo, Día o Noche, Bueno o Malo, Cierto o Falso y nada, en lo único que pueden estar de acuerdo ambos, puede ser tácitamente real.

Cuadrado es judío y Círculo es atea. Cuadrado echa mano de los pedidos por teléfono para embriagarse viendo el futbol y Círculo no deja de redondear sus curvas rayando el piso todo los días para seguir en forma. Cuadrado, obligado, lo visita la familia todos los domingos y Círculo no tiene la más remota idea de dónde esté la suya (seguro regada por todos lados sin parar). Cuadrado es amante de la tecnología, pues él, como creación estructural, ama lo inventado, mientras Círculo adora la naturaleza, el Sol, el pasto o hacer rechinar la duela a su paso por la pista de baile.

Cuadrado no se permite escuchar nada que lo invite a moverse, a Círculo le encanta ir al ritmo del mood que la música toque. Cuadrado lee el periódico y Círculo está siempre a punto de ser noticia en algún accidente.

Cuadrado se cansó de creer en lo radical del blanco, para ahora creer que yendo al extremo del negro y sólo por eso, todo lo malo se solucionará. A Círculo le atrajo el discurso del Yes We Can porque ella así es: todo lo que está lejos, cada rodada lo estará menos: Yes, I can!

Pero a Cuadrado le está generando problemas haber estado durante treinta años en el mismo lugar, atado a lo mismo de las voluntades de otros y a creer que únicamente en lo cercano está la vida. A Círculo le empieza a generar cada vez más mareo ese ir y venir a tanta fiesta sólo con tiempo suficiente para maquillarse la línea y seguir.

Cuadrado dejó de creer en lo extremo de su mundo cuando Raya apareció. Esa estúpida, delgada bien parecida línea con la que Círculo se empezó a llevarse tan bien marcándole el camino: -Ven por aquí, preciosa, sígueme... -¡Agrrr! La odia, es tan abrumadoramente flexible.

Círculo comenzó a creer que la vida con un destino tenía sentido; la libertad de ir por la libertad de seguir lo querido hasta el punto, ese diminuto pequeño primo–hermano suyo que se apareció y le dijo: -¡Epa, Guapa! ¿Qué estás haciendo, chica? ¿No te has dado cuenta? Estás tratando de creer en algo que puede subir, bajar, pasar por debajo de puertas, ponerse en el pantalón de alguien, hacer franjas en una bandera o ser tan golfo que se monta en la camisa de una deseada Diosa, ¿qué pasa? En la familia somos movidos, mas no brutos, ¡piensa, chica!

Esa noche, Cuadrado, en la oscuridad de su morada y Círculo en el ir y venir de su dimensión, pensaban… ¿Qué sería del mundo sin formas? ¿Qué sería de mí sin estructura, sin figura? Un mundo donde todo fuera nuevo, conformándose al ritmo de la tarde o al ir y venir del viento creando lo auténtico. ¿Cómo sería ir en contra de las manecillas del reloj? ¿Cómo?

El cansancio de pensar en las preguntas que nunca han tenido respuesta los derrumbó en un sueño profundo...

Al día siguiente, un hombre, uno que no cree en lo Bueno o Malo, entró en la tienda de un judío y preguntó:

-¿Cuánto vale ese lienzo Cuadrado?

- Baratos, baratos... –Dijo, el judío, bajándolo de la pared de su tienda y soplando para quitarle el polvo.

Al otro lado del Atlántico, un joven hombre dibujó mientras reflexionaba por la noche, un Círculo al que después le puso dos puntos como ojos y una línea negra como sonrisa, rellenando a Círculo de amarillo.

Siempre los lugares extraños te hacen recordar lo que en tu sitio nunca ves. Así, Cuadrado sentía las cosquillas de un pincel recordando a Círculo, que al fin detenida sobre una hoja pasaba de mano en mano. Ella estaba aterrorizada de ver por primera vez a hombres y mujeres a través de esos ojitos que le habían puesto.

Y al fin, Cuadrado y Círculo se conectaron a pesar de sus extremas diferencias, al encontrarse consigo mismos, sin tener FORMA de encontrarse.

Cuadrado entonces empezó a moverse al convertirse en un famoso cuadro que viajaba y viajaba por todo el mundo al volverse famoso el artista que lo pintó. Iba de galería en galería, de avión en avión y de colección en colección pasando por las subastas más famosas donde lo aclamaban compitiendo por él. Ha estado en ventanas mirando a las calles, en salones residenciales atestiguando la hipocresía y en bóvedas charlando con amargados dólares y lingotes de oro que están hartos de prostituirse sin poder opinar.

Círculo llevó una vida blink blink, en los noventa, hasta establecerse en el Siglo XXI como parte de una cultura. Eso le encantó, porque detenida, pudo comenzar a fijarse más en lo auténtico que en lo novedoso, mientras estuvo metida en todo ajo: política, pop, moda, etcétera, comenzando a ver con calma el mundo, al observarlo por primera vez desde toallas, gorras, lámparas, playeras, etcétera.

Un día, mientras Cuadrado estaba postrado en uno de sus viajes en el museo de Louvre, llegó a ese recinto una gringa, bien gringa que llevaba su playera de Happy Face. Ese día, mientras la Super Size se paró frente a Cuadrado, la musa desnuda pintada en él fijó su mirada en la camiseta sonriente de la gringa y ambos, sin que nadie se diera cuenta, se guiñaron el ojo.

Y así, al fin, Cuadrado y Círculo entendieron, que a pesar de sus diferencias, todas las figuras buscan ser libres para sentir lo auténtico, para crear formas.

PD: A Raya, la última vez que se le vio con su flexible sonrisa, estaba en una mesa colombina al lado de una AK-46.

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