Uno de los significados coloquiales que se le atribuyen al término “Inteligencia” es lo relativo a las acciones encaminadas para detectar la presencia del enemigo y saber con anticipación sus acciones con el fin de neutralizarlas, así se contrarresta el elemento sorpresa. Dicen los estudiosos de la política que en nuestro país existen al menos cuatro grupos que efectúan labores de inteligencia de forma sistemática, formal y seria. El CISEN, los militares, el SNTE y la Iglesia Católica. Cada uno vela por sus particulares intereses. Dentro de sus formas de operación, utilizan la infiltración en las filas de sus potenciales o declarados enemigos, la observación directa de personas, el estudio de datos, realizan perfiles sicológicos de los principales elementos protagónicos contrarios. Siempre se manejan con un velo de misterio, un áurea de aventura; en realidad son labores más grises y rutinarias, lejos de lo que sucede en las novelas de Ian Flemming.

En lo relativo al mercadeo de productos, se ha acuñado la inteligencia de mercado, con lo cual se evalúan los datos sobre los competidores y consumidores. Sea para propósitos de Estado o comerciales, se efectúan estas funciones.

En el aspecto cultural, tanto a nivel federal y estatal no se detecta que exista un movimiento coordinado o dirigido de inteligencia. Se hacen programas sin conocer con exactitud a quienes están destinados, se privilegian recursos al servicio de las expresiones culturales o artísticas favoritas de los gobernantes en turno y esposas de los mismos (también en turno). Hay aparatos burocráticos que han sido criticados porque el único fin que tienen es perpetuarse en la función para asegurar la supervivencia laboral de quienes los integran. Nunca se ha escuchado que hayan hecho un censo de manera formal de aquellos que se dedican a labores o tareas artísticas y culturales ya sea como creadores, ejecutantes, maestros, estudiantes y aprendices.

Si existen las acciones no se dan a conocer las políticas, los proyectos siguen por inercia, pero no hay una evaluación de su efectividad y si se hace no se comunica al público, fin último de todo esto, al menos en teoría. Tal parece que las posibles audiencias se conciben como masas informes, ignorantes que no saben lo que necesitan y deben aceptar per se lo que se les ofrezca, si es que hay oferta.

El resultado desde mi punto de vista, es que no hay inteligencia cultural, quisiera que alguien me demostrara lo contrario.

diaz.vazquez@gmail.com

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