cabeza
Google
fechak

p72s15

onglogo

iconkult

barraploata

alerelogo

barraploata

indind15

barraploata

indindk

barraploata

aviind

barraploata

valind

barraploata

poeind

barraploata

cueind

barraploata

casind

barraploata

diaind

barraploata

ovaind

barraploata

cooind

barraploata

operaprimaind

barraploata

poetaind

barraploata

palind

barraploata

ÓPERA PRIMA

En Ópera prima creemos firmemente en el talento local y tenemos por objetivo difundir las letras que actualmente habitan los talleres de la ciudad. En esta ocasión ponemos a su consideración el cuento “Tú. Tú.”, del tallerista Reynaldo Saldívar. Se reciben sus comentarios, sugerencias y críticas.

TÚ. TÚ

Contestarás esa llamada, levantarás el auricular hasta la altura de tu cabeza y lo reposarás sobre tu sien izquierda. Tu mano, temblorosa, sostiene con fuerza el teléfono. Recordarás que debes ir a la tienda un segundo antes de que la voz del otro lado de la bocina reaccione y se presente. Soltarás tu bolso. Dejarás tu esmalte en la repisa. Le tenemos grandes noticias. Dejas reposar tu espalda en la pared, luego, tu cadera, finalmente, las piernas. Se requiere de su presencia en no más de tres días, créame, es usted muy afortunada, ya está aquí. Esa voz te dará una dirección y un número telefónico que anotas sobre ese anuncio de comida rápida color blanco con letras verdes. Tú, ausente, cuelgas el teléfono un minuto después.

Recoges los platos, sueltas al perro, le cambias la arena al gato. Todo esto mientras la estufa apagada no calienta y los huevos en la repisa aún no salen del cascarón. Tu hijo mayor se va de la casa y el menor escupe lo que le queda de dentrífico en la boca. Tu marido sube su maletín en el asiento trasero de su automóvil modelo 1998. Tú no descansas. Tú, ahora, fuera de tu casa y dentro del supermercado, dejas caer el brócoli y el cilantro en el carrito de metal grisáceo, mientras piensas que en tres horas debes asistir al lugar y a la hora acordada con esa voz.

Distraída, dejas la bolsa con las papas y las tortillas en el carrito. Subes a tu auto, llegas a casa, introduces la llave en la cerradura de metal, apagas la alarma, dejas la comida en el refrigerador, en la alacena y en los cajones. Regresas a tu auto y vas hacia la calle X, en la colonia Z. Calle X, dentro de la colonia Z, a las M horas, no lo olvides mujer. Ves a un perro negro y también un puesto de zapatos. El ruido de los camiones, los vendedores y los niños en las calles no te deja escuchar la estación sintonizada por tu radio donde anuncian una crema reductora de tallas.

Cuarto para las M y tú aún no llegas. Con la mirada fija en la avenida decides no contestar tu celular que lleva cuatro minutos sonando. Finalmente localizas la colonia Z – la cual no crees que sea tan diferente a la L y a la N, las cuales acabas de atravesar -. Decides dejar tu automóvil estacionado en la calle más transitada que encuentras y dedicas esos minutos a encontrar la nomenclatura que indique el número del lugar donde te citaron.

Tú levantarás la mirada para ver el edificio, tú bajarás la mirada para ver tu reloj. Dejarás tu mirada al frente al entrar por esa puerta de vidrio sucio por el tacto de las manos con tierra, comida y sudor. Tú caminas por ese pasillo lleno de pinturas llenas de polvo y de días. Tú tropezarás con esa maceta desproporcionada y negra que se encuentra en la esquina donde das vuelta. Tú levantarás tus manos y con tus dedos largos y limpios te harás una cola de caballo. Tú verás una puerta de la cual cuelga un anuncio “ Lic. F”. Tú, sin alterarte, entras.

Tú verás una sala de espera rodeada de palmeras sintéticas empotradas sobre macetas grises y viejas. Tú avanzarás hasta el recibidor, donde una fémina te pedirá que te identifiques. Tú le entregarás tu pasaporte. Te pedirá que esperes U minutos, mientras tú te dedicas a desabrocharte el zapato izquierdo después de tomar asiento. Tú esperarás…

Tú esperaste. Tú saliste del edificio, subiste a tu auto, atravesaste más de S metros. Tú llegaste a tu casa. Tú ves la televisión después de limpiar el cuarto de tu hijo que ahora está durmiendo. Y tú le indicas a tu esposo, que ya fuiste por la caja de viagra, que mandaste pedir hace un mes.

Reynaldo Salvídar. Estudiante de preparatoria, nacido en la Ciudad de México, pero habitante de Monterrey durante casi toda su vida; ha participado en varios talleres de creación literaria y recientemente cursó el Diplomado en Literatura del Noreste impartido en el CRIPIL. Pretende escribir desde hace poco menos de un año. Es miembro de la revista "La esfera", publicada en su preparatoria donde aporta crónicas y cuentos. Vicioso de la lectura y escritor primerizo, tiene como sus modelos a seguir a Carlos Fuentes, Xavier Villaurrutia y Juan Villoro.

Para compartir, enviar o imprimir este texto,pulse alguno de los siguientes iconos:

 

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

 

 

uanlind

15h2

qh2

1
2