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SERGIO GALINDO, IN MEMORIAM
Andrés Vela

Hace unos días, el 3 de enero, se cumplieron 17 años del fallecimiento del escritor y editor Sergio Galindo, nacido en Xalapa el 2 de septiembre de 1926. Galindo pertenece a esa estirpe de personajes que, a pesar de su valor en la historia cultural del país, no cuenta con los reflectores fulgurantes de las mafias y cenáculos nacionales, a no ser por la recurrente e inevitable mención de su labor como editor. Por tanto, aquí unas palabras de recuerdo.

Ciertamente, Galindo tiene una actuación histórica en el curso de las letras nacionales, incluso más allá. Muchos de los destacados narradores de este país le deben a Galindo sus primeros balbuceos. Sergio Galindo ocupó distintos cargos como difusor cultural, desde su colaboración en la Secretaría de Educación Pública hasta la dirección del Instituto Nacional de Bellas Artes, pero ante todo, el mayor logro de Galindo está en la fundación y dirección de la Editorial de la Universidad Veracruzana.

El prestigio de Xalapa y de su universidad: la UV, se debe en gran medida a la dirección de esa editorial que publicó por vez primera a escritores como Juan García Ponce, Vicente Leñero y Serio Pitol, además del Diario de Lecumberri de Álvaro Mutis, que fuera detenido 15 meses en dicha prisión. A instancias del mismo Mutis, Galindo publicó la primera edición de Los Funerales de la Mamá Grande, de García Márquez, que Gabo tuvo que reescribir de memoria pues los originales se traspapelaron entre las manos de Mutis y Elena Poniatowska.

La Editorial estaba sin duda a la vanguardia, como lo constata la edición de El Cine y el Hombre Contemporáneo del entonces joven Manuel Michel, sociólogo del cine formado en París, que saltó a la dirección de largometrajes sin fortuna, por ser demasiado para la industria del momento. En el plano internacional, a la editorial se le deben obras y autores quizá inexistente en español, como el tratado Aspects of the Novel, del novelista Edward Morgan Forster, y la obra del dramaturgo Christopher Fry.

La tarea del Galindo editor es de antología, pero queda aún pendiente la deuda con el narrador que creó novelas como El Bordo y Otilia Ruada, y cuentos como ¡Oh hermoso mundo!, o Terciopelo Violeta, entre otros. Pero la gran hazaña de Sergio Galindo es La Comparsa, novela publicada en 1964 y que es, por desgracia, muy difícil de encontrar. La Comparsa es en toda la expresión de la palabra: una obra maestra, perfecta y adelantada. La Comparsa debería encontrarse, sin lugar a dudas, en el recuento de las grandes obras de la literatura latinoamericana. En lo que refiere a la novela mexicana, podemos asegurar que ni Leñero, ni García Ponce, ni Pitol ni Elizondo ni Vicente Melo han escrito una obra tan perfecta como esa.

La Comparsa significa el más logrado intento por valerse de la estructura de Manhattan Transfer -la obra de John Dos Passos- para retratar el mural que constituye una ciudad, en este caso, Xalapa. No obstante, obras geniales como Al Filo del Agua de Agustín Yañez y La Región más Transparente de Carlos Fuentes, en La Comparsa, Galindo logra superar la frugalidad del primero y los titubeos del segundo; La Comparsa es una lección de precisión e imaginación a la vez.

En La Comparsa aparece Xalapa retratada sin tintes de señalamiento o denuncia social, que seguramente hubieran limitado la ambición de Galindo por mostrar una ciudad provinciana con toda su peculiaridad. Galindo presenta todas las clases xalapeñas con todos sus demonios, como quien ubica lugares en un “Guía Roji”, y entre la descripción mordaz y el comentario cáustico, teje la maraña cirquesca que constituye su ciudad natal. En definitiva, La Comparsa es el mejor homenaje a Xalapa, aderezado con recursos de Faulkner, la novela picaresca y el nouveau roman, pero sobre todo, y afortunadamente, con el ingenio de Sergio Galindo.

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